sábado, 2 de agosto de 2014

Grande la ilusión (Farolillos de verano)

Hace una semana  quedé con Marcos, el amigo italiano, que pasaría por su casa para recoger una documentación. Me comentó que no hacía falta que le avisara, simplemente si un día pasaba cerca de su nueva casa, que picara al timbre. Se está instalando, y casi no sale del piso

Como hay confianza, le hice caso. Me enseño como está arreglando su nuevo hogar. El piso, tal y como estaba,  necesitaba trabajo. Todos pensábamos que le dedicaría un tiempo hasta dejarlo más aceptable, pintándolo, cambiando un par de muebles de la cocina, y limpiando el suelo.
Pero está haciendo algo más que eso. Está lijando las vigas de madera, puliendo el suelo, quitando las infinitas capas de  pintura de las paredes, cambiando la cocina, removiendo todo el baño...
Trabaja en el piso como si de una obra de arte suya, se tratara. Le está poniendo algo más que horas;  vierte en esas paredes toneladas de ilusión y esfuerzo, estudios y nuevas ideas, proyectos y cariño. 

Dos de agosto. Aunque la ciudad se ha ido vaciando durante todo el mes de julio, hasta ayer  aun retenía a  un grupo importante de gente  Hoy, los pocos que  quedaban, se escapan casi sin hacer ruido. La ciudad cada minuto, se queda más y más vacía 
El calor es horroroso, húmedo, sofocante. Voy a casa de Marcos, a devolverle la documentación que me dejó hace una semana. Está trabajando, no descansa. Me enseña todo lo que ha avanzando esta semana. Ha cambiado parte del bajante para poder acoplar el desagüe del segundo baño con la pendiente adecuada. Se queja porque el señor que le hizo el cambio del bajante quería pegarlo a la pared, y eso, por lo visto, es trabajo mal hecho ya que si en algún momento se estropea, afectaría a la pared. 
Me habla del wc que ha comprado... no le acaba de convencer ya que por dentro no está esmaltado. Dice que lo comparará con el del otro baño del piso, y si el otro está esmaltado, cambiará el nuevo.   
La encimera de la cocina tenía que ser color pistacho, pero por no esperar , ha colocado la que le ofrecían en la tienda, color calabaza. Sigue con las vigas, el ácido de la pared de la cocina, la pintura y el baño.

Dice que está agotado , que quiere acabar de una vez y dejar al menos una parte del piso, ya terminada. Tiene cara de cansado

Salgo a la calle y me cruzo con un grupo de adolescentes equipados y dirigiéndose a la playa. Van haciendo broma entre ellos; cuando uno grita, el otro grita más alto. Se quejan del calor, de la humedad, de los coches y del dinero. Sí, están a la vez gruñones y contentos. 
Les miro a los ojos y recuerdo los ojos negros de Marcos.  En sus pupilas y en las de Marcos hay alegría. Pero en los ojos del italiano hay un punto más de pasión y de esfuerzo que hace que su mirada tenga un encanto especial. 
Solo los ojos de los niños, de algunos niños, tienen la misma ilusión y energía que la cara de Marcos.


  

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