Sentada en la capilla
Se acercó Ana a saludar y le pregunté por su hermano enfermo terminal.
Hablamos muy muy bajito, tres minutos.
Dios, desde el sagrario, me miraba.
Sonreia.
Esperó con paciencia a que acabáramos de hablar, para retomar la conversación.
No se fue.
El que inventó la noche estrellada, El que diseño los planetas y pintó con un millón de azules el océano, todo un Dios, desde el sagrario, nos contemplaba y sonreía.
Y te esperaba a que terminaras de conversar.
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