Quedamos las tres para cenar. Normalmente buscamos una pizzeria, pero esta vez quedamos en casa de una de ellas. Nos preparó una cena impresionante, es toda una cocinera.
Inmersas en la conversación, sin tener referencias externas de otros clientes, sin nadie que cerrara las luces o encendiera el aire acondicionado, no nos dimos cuenta de la hora y entre historias, risas y consejos acabamos supertarde. Al día siguiente íbamos dormidas, pero una cena de amigas siempre compensa.
La noche estuvo repleta de historias. Os cuento una, explicada por Isa, la que trabaja en un banco.
Llega una señora que viene a saldar la deuda de las tarjetas de crédito de su hijo. El chico (ya treintañero) le ha pedido dinero a la madre para saldar la deuda de la tarjeta de crédito. La señora quiere ayudar al hijo pero no se acaba de fiar, le da miedo que el dinero acabe en los bolsillos de la novia, descrita por la madre como " una pájara" Así que va directamente al banco para saldarle la deuda.
Isa mira las cuentas del chico; no tiene ninguna deuda de tarjeta. De hecho no tiene ninguna deuda.
Uffff, ¿ y ahora qué hace?
Mira a la señora, mira la pantalla, vuelve a mirar a la señora, y toda decidida Isa le comenta:
- Ay, a ver si con este dinero cancelamos algo que no toca y la liamos. Mire, vamos a hacer una cosa. Usted le pide a su hijo que le indique exactamente cual es la deuda que quiere saldar. Pero que no se lo escriba en un papel, no. Lo mejor es que le de y nos traiga el papel del banco en el que se le reclama o comunica la deuda, así podemos ver la referencia y no nos equivocamos.
Ya no ha vuelto a saber nada de la señora ni del hijo.
Las historias del banco que explica, suelen ser más bien tristes. Familias que se pelean por el dinero de la abuela, padres que financian a los hijos pensando que no tienen nada, peleas de herencias, gente con doble vida...
Eso sí, nunca nos cuenta los casos en los que el banco ejerce el papel de malo. ¿Por qué será? :O)
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