martes, 27 de marzo de 2012

Del dentista y mi secreto (1a parte)

El viernes regresé a la consulta del dentista, para que pudiera comprobar lo estupendamente que estaba cicatrizando la ausencia de juicio.

Todo iba tan bien,  que el doctor  aprovechó para revisar la radiografía  de mi boca.
En ella se desvela el afilado secreto que oculta mi dentadura. Recostado sobre el colmillo superior derecho y los incisivos, oculto dentro de la encía, espera su turno, con infinita paciencia, otro canino.

El causante de su letargo es ese colmillo superior derecho, que  no tuvo a bien caerse cuando tocaba y aun permanece en mi boca. impidiendo al legítimo salir y cumplir su misión.
El actual, al ser de leche, es más pequeño que el del lado opuesto, pero no se nota, a no ser que yo lo comente, abra la boca y se fijen.  Como no lo digo,  mi secreto permanece oculto.

Cuando estoy en el sillón del dentista. me distraigo pensando en las múltiples ventajas que tiene disponer aún del colmillo de leche y del de repuesto.

La primera y más importante tiene como centro un regalo. Es lógico pensar que el obsequio que me entregará el ratoncito Pérez cuando se desprenda este último diente, tendrá  un valor igual al que hubiera correspondido en su día, actualizado según IPC y añadiendo los intereses devengados en todos estos años. Y eso es un buen motivo para regocijarse, aún estando sentada en el sillón dentista.

La segunda es el subidón de autoestima que me genera este colmillo de leche,  que ha sabido aguantar  tantos años sin dejar de realizar su trabajo. Yo creo que durará  mucho más y quizás yo no llegue a ver nunca el regalito del ratón. En ese sentido, tendré que hacer testamento indicando,  bajo que almohada tiene que depositar el obsequio que seguro me está reservando.

La tercera... (Sigue mañana que esta entrada ya queda un poco larga)


     

             
                                       

                    

                                                 
                                                    
                                       

1 comentario:

  1. Buenos días niña Miriam. Ya sabía yo que algo debía haber en ti para lograr entradas tan logradas en el difícil arte de ser pequeño. Un abrazo.

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