viernes, 13 de enero de 2012

J.M ( 2 de 2)

Joan Maragall (1860-1911)
(Escrito a raíz del estallido de la revuelta popular, conocida como la "Semana trágica" (26 julio - 2 de agosto, 1909) en la que muchos edificios religiosos fueron asaltados e incendiados)

...

Y entonces me asaltó el pensamiento, el sentimiento, de que la Misa siempre debería oírse así, y me pareció que después de ofrecer el Sacrificio, el cura se giraba y de cara a la gente que iba entrando por el portal sin puerta, gente de la calle cautivada al ver así al descubierto la celebración del Santo Misterio deteniéndose encantada; que el cura -digo- se daba la vuelta y se dirigía a la multitud diciendo:

"Entrad, entrad, la puerta está abierta de par en par: vosotros mismos la habéis abierto con el fuego y el hierro del odio: y he aquí que ahora se muestra el Misterio más grande del Amor redivivo.
Destruyendo la iglesia ha restaurado la Iglesia, porque ésta es la verdadera, ésta es la viva, ésta es la que se fundó para vosotros, los pobres, los oprimidos, los desesperados, los llenos de odio...

Y como la veíais cerrada, enriquecida por dentro, amparada por los ricos y los poderosos y los que venían a adormecer su corazón en la paz de las tinieblas, vosotros, con vuestra pobreza, y su rebelión y su desesperación y su odio habéis embestido la puerta, y habéis abierto una brecha en los sólidos muros, y os la habéis reconquistado.

Y a nosotros, sus ministros, nos habéis devuelto, con la persecución, la antigua dignidad, y la eficacia a nuestra palabra con vuestra blasfemia, y al Misterio de la Sangre, una virtud ya casi desconocida por la sangre nueva que se ha derramado en la lucha.

¡Qué asombroso! El fuego ha construido, la blasfemia ha purificado, el odio a Cristo ha reinstaurado a Cristo en su casa...
Entrad, entrad, que aquí lo encontraréis como todavía no lo conocíais, como Él es en la vida y en verdad, como Él quiere ser conocido por todos, y muy especialmente por vosotros ... "

¡Qué sorprendida se habría quedado la gente ¿verdad?, qué muda y boquiabierta, si el sacerdote de pronto se hubiera girado y se hubiera puesto a decir palabras como éstas o parecidas!

Y yo estoy en que las dijo, o que tales palabras estaban en el aire de aquella iglesia quemada, porque yo las oí, no sé cómo, pero sé que resonaban por mi interior, retumbaban

Así cuando en el momento augusto, el sacerdote levantó delante de la gente la Hostia y el caliz, Cristo se me hizo tan presente, tan vivo en mi corazón, que no puedo decirlo...

Yo nunca había oído una Misa como aquella y, en comparación, puedo decir que nunca había oído Misa.

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