martes, 11 de octubre de 2011

Madre de Cristo

Las veo venir por el camino. María camina en silencio, en su silencio porque las dos cotorras que la acompañan, no callan. Hablan y gesticulan como si se estuviera acabando el mundo.

Llegan.  María abre la puerta.
Por favor, no las dejes entrar.Cierra la puerta y que se vayan a su casa a cotillear.
Ni caso, han entrado y siguen con su verborrea

La cotorra que viste de amarillo dice:
-No se como no lo pillas por banda y le dices cuatro cosas. ¿Cómo puede ser que te diga eso, María, y no digas nada?. Una semana esperándole, y cuando está ya en el pueblo vecino, aparecen en tu casa  una pareja con un crío, enviados por Él para que les des de comer. Y tú va y les acoges, les alimentas, les  escuchas.

La cotorra de verde interrumpe:
-  ..  y mientras ellos comen, acunas a su bebe. ¿No entiendes que  no tienes porque cuidar a los críos de los otros?.

Sigue la de amarillo:
-Cuando al fin, siguen su camino y se van, tú corres a verLe. Ya te dijimos que había que ir con tiempo, que son muchos los que le siguen. Era imposible  atravesar esa multitud. Le avisan que estas allí  y Él va y dice.. ¿qué dice María?  Encima que te coloca a unos en  casa, tú los recibes sin poner pegas y …   ¿tú te das cuenta de lo que te ha dicho? .

Y María sonríe , las mira, y saboreando las palabras, dice:
-Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican.

La cara de la cotorra de verde, empieza a teñirse de rojo. Es como si de repente las palabras hubieran cobrado sentido.  Ahora entiende el elogio a la Madre. Ahora intuye el camino que lleva al corazón del Padre.
La cotorra de amarillo, que yo creo que es sorda y no escucha, quiere seguir quejándose. 
La de verde la coge del brazo, se acerca a María, le da un beso en la frente y casi a rastras se lleva a la de amarillo.

Viste de verde, tiene la cara roja, y el corazón removido. 


   

1 comentario:

  1. Buenos días Miriam. Una invocación que me estremece como la decimos en el Ave María, la criatura es madre del Señor. En efecto, las palabras cobran sentido y me callan, enmudezco.Un abrazo.

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