martes, 3 de agosto de 2010

Catedral

La catedral se erguía orgullosa de sus piedras, su color y sus relieves. En cada detalle se adivinaba el esfuerzo de tanta gente que había trabajado para levantarla inmensa, ascendente.

A su alrededor los edificios enormes, modernos, propios de esa gran ciudad, no conseguían acomplejarla. Todo en ella era distinto: piedra contra vidrio, estatura media contra gigantes, relieve contra liso, infinito contra límites, espíritu contra material …

Después de un buen rato contemplándola y cuando consiguió la foto de la iglesia reflejada en los cristales del edificio del costado, se decidió a entrar.

Al fondo, en el altar principal, celebraban Misa. Era domingo. ¡Hacía tanto que no asistía a una¡ Antes iba a las de las bodas funerales y bautizos, pero últimamente se había acostumbrado a irse a tomar un cortado con Rafa, y llegar al final.

Intentó adivinar por que parte iban, un acertijo en el que combinar para resolverlo los recuerdos de la infancia y conocimientos del idioma.

Tras decir unas palabras, el cura, de pie, alzaba Algo con las dos manos.

En un instante como un rayo que estalla sin avisar, irrumpió en su mente una imagen, un recuerdo que parecía olvidado.

La escena era siempre la misma. Por habitual, conocida y por ir cargada de inmenso cariño, formaba parte de esas cosas que en la infancia te dan seguridad y sin darte cuenta, conforman tu hogar.

-"És pa o Jesús?" -  preguntaba el Padre.
Los niños de catequesis sentados en las primeras filas, los profesores en las últimas. el cura revestido, en frente, detrás del altar.

Siempre había quien contestaba primero y el resto se unia a su respuesta.
-“ Pa, pa¡¡¡¡”

Con voz grave volvía a preguntar:
- “És pa o Jesús?
Con la lógica de los siete años, alguien pensaba que la respuesta inicial era incorrecta, y se lanzaba a gritar “Jesús Jesús”; el resto de niños reproducían la exclamación pero a mayor volumen, como si quisieran compensar el retraso en el tiempo de respuesta con la intensidad de la voz

Inevitablemente llegaba la tercera pregunta:
-”Aun no he dicho las palabras”. Y dejaba unos segundos de silencio. Los niños, callados, reflexionaban.
- “És pa o Jesús?”
Esta vez, sin líder que guiara el clamor, cada uno con su propia respuesta, pero siempre a grito limpio contestaban “Pa, pa¡¡¡¡” De las últimas filas llegaba un suspiro de alivio aromatizado con sonrisas de cariño

Ya sabía en qué momento estaban. Ya había dicho las palabras. Allí no había pan.

Las rodillas se le doblaron. Los ojos clavados en las manos del sacerdote. El corazón, antes cansado, ahora rebosando de vida.

También se encuentra el camino, en la ciudad del arte y del dinero.

2 comentarios:

  1. Miriam, gracias por su precioso comentario en mi blog, se lo agradezco de veras.
    Veo que aún no ha terminado de hacer su blog,a mi me lo diren hecho como regalo una amiga de Argentina que ayudé a discernir su vocación religiosa, yo no lo quería pero al final lo acepté para colgar mis publicaciones en las distintas revistas de espiritualidad de España, mi , no me embarco en semejante viaje.
    reciba mi ternura
    Sor.Cecilia

    ResponderEliminar
  2. Gracias por el comentario y por entrar en el blog.
    Encontré su blog navegando por internet, y me gustaron las reflexiones que hace; dele las gracias de mi parte a la amiga que la animó a publicar en internet
    Este surgió como una necesidad personal. Al saturarme de ver por la tv tantas películas, series, shows y entrevistas en las que por sistema se ridiculiza no sólo a la Iglesia, sino a tantos valores básicos.
    La gente no es mala, pero no hacen más que mostrar la parte más sucia sea verdad o no.
    Gracias a Dios, tambien hay películas como "la última cima" , donde muestran la realidad preciosa de los sacerdotes.
    un abrazo

    ResponderEliminar