miércoles, 7 de julio de 2010

Revoloteando

He salido del trabajo a las dos y diez. Últimamente me quedo esos minutillos de más trabajando para no desesperarme delante de las puertas del ascensor, viendo como sube y baja repleto de gente, y yo sin poder subirme en él y escapar de la oficina
En la calle la claridad ciega los ojos y el bochorno resbala por la piel, dejando un rastro pegajoso.

Allí, parada en un semáforo con la mirada concentrada en el cambio de luces y pensando en mis problemas, me ha encontrado Mar.

Ha parado la moto justo a mi lado. Yo seguía tan embobada en mis historias que hasta que no se ha quitado el casco, no la he reconocido. En un segundo a mi alrededor ha formado todo un torbellino de palabras, gestos, colonia, colores, pañuelos, ropa y colgantes, que me ha hecho olvidar el calor. Ha renovado la información de mi mente, con actualizaciones sobre trabajo, viajes, estado sentimental propio y de amigos; y después de interesarse por mí, ha desaparecido.

Ha sido casi como un golpe de aire. A mis inquietudes y dudas se han unido el infarto del padre de Nacho, la depresión de María, el paro de Juan, el nacimiento de los gemelos, una separación y una boda, el ascenso de Miguel, cambio de piso de Ana, vuelta al Perú de Raquel, accidente sin heridas de Pedro ….

Al irse me ha dejado sobre la piel una caricia
Alguien me la ha enviado como un ángel para unir las cavilaciones de mi alma al corazón de todos ellos.
Y ahora todo va mucho más ligero
Un millón de gracias

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