jueves, 10 de junio de 2010

Ternura blanca de blanco hospital

La capilla es pequeña, oscura y azul; es una barca meciéndose en el mar en el momento exacto en el que el sol se esconde y las sombras aún no han conseguido hacer desaparecer el paisaje. Una brisa fresca, me roza el brazo para acabar acariciando los pétalos del girasol que miran hacia la Luz. Se nota que el anfitrión respiró entre redes y barcas. Todo el que ame el agua, ha de sentirse aquí como en casa
En esta sala la intensidad de alegrías y tristezas es muy superior al de las otras capillas. Las visitas se suceden, frecuentes y diversas.
Con sonrisas, se celebran nuevas vidas. Se ofrecen las que empiezan de cero con infinitos futuros. Agradecidos llegan a los que se les concedió poder seguir viviendo
Hay quienes entran desorientados. Buscan resolver las incógnitas en diagnósticos o cambiar el resultado definido por el personal médico.
Turbados, en su hablar reflejan esperanzas, ansiedades y miedos.

Los de los peores pronósticos llegan destrozados.
Empapados en dolor y angustia se desmoronan los que han visto convertirse en realidad el peor de sus sueños.

El Anfitrión escucha con el corazón atento. Recoge sonrisas o lágrimas o recelos.
Para el más triste, Él que sabe de martirios, se acerca y le da un abrazo.
Busca contagiarse de ese tormento y compartir su sufrimiento. Unir los dos corazones para poco a poco salir del agujero

1 comentario:

  1. Hola. Anfitrión que deja su casa y se vuelve paciente compañero, también quiere cargar ese dolor.Gracias.

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